sábado, 14 de mayo de 2011

En otro cuerpo...

De pronto sonó un chispazo…y me pregunté de que manera había llegado hasta ahí.

Para ser la primera vez que pasaba por aquella estación que nunca había visto, me movía bien, esquivando a la gente, con una sonrisa en la cara, conocía muy bien hacia donde me dirigía, de pronto vi a ese  trabajador de la estación tan guapo, que me hizo sobreparar  mi caminar, sonreímos y fue suficiente por ese instante, luego seguí mi camino.

La estación era tan bella, tan grande, tan limpia y espaciosa que no creía que haya terminado en ese lugar; eran unas calles pequeñas y estrechas, las viviendas no tenían más de tres pisos, fachadas con acabados primarios, paredes desnudas, hierros al aire, bolsas plásticas, veredas rotas, pinturas gastadas y todo el escenario pintado con un gris aguado, lo que hacía perder la intensidad de algunos colores. Caminé por esas calles que nunca parecían estar solas, avancé unas cuadras y llegué a un mercado con techos improvisados de plásticos azules, cartones y algunas esteras, los mercaderes eran pasivos, solo estaban sentados detrás de sus puestos mirando insistentemente a la gente pasar, eso me intimido un poco; tal vez quería comprar algo, pero… ¿qué?

Llegué a una especie de restaurante, bar-restaurante mas bien, bar-restaurante-prostíbulo en realidad, tenía dos pisos y en el primero o podías comer o beber algo, sólo por mera curiosidad subí las escaleras,  todo se tornaba rojo e iluminado con focos pequeños torpemente colgados en las paredes, además habían unas mujeres con vestidos que dejaban ver su ropa interior y un hombre en la entrada con las manos sobre una vieja mesa de madera, recontando los pocos billetes en sus manos, luego dirigió su mirada hacia mi, y fue cuando bajé corriendo, salí casi volando del local. Cuando estuve en la primera esquina que encontré, en el momento en el que trataba de relajar mi respiración apareció mi hermana, me sorprendió verla, ella se sintió aliviada y la ayude a resolver un problema, luego de idas vueltas todo estuvo solucionado y desapareció, volví a estar sola ahí, en la misma esquina.

Miraba a todas las direcciones que pude, y aunque todo estaba estrecho y lleno aun tenia lugares libres por donde buscar una salida, la gente caminaba más rápido, yo serena,  de pronto alguien paso por mi lado rápidamente y me tomó la mano, yo en reacción la solté, pero luego vi que era él y caminaba unos pasos delante de mí y extendía la mano hacia atrás mirándome de reojo, no dudé y la tomé. De pronto sonó un chispazo , yo voltee a mirar mientras el me seguía jalando hacia adelante casi arrastrándome, una gran luz iluminó el lugar y luego todo comenzó a aclarecerse en la gran ventana, con cortinas blancas, de una habitación en la que el suelo brillaba con el reflejo del sol, la cama era de acero dorado con volutas en la cabecera, puntas redondeadas en los extremos, un suave colchón con sabanas blancas, un gordo edredón de plumas, almohadas suaves y bien rellenas, disfrutaba de la vista que me mostraba esa ventana, no veía nada más que el cielo, lo que me hacia pensar que me encontraba cerca al mar y me pregunté de que manera había llegado hasta ahí.

De repente me vi venir, comencé a acercarme sonriendo a mis ojos que me miraban desde la cama, llegué, me senté y me recosté sobre mi pecho que aguardaba ahí, el sol brillaba en mi cara y con mis ojos en otro cuerpo me pude ver, mi cuerpo me sonreía y me miraba, me hacía cosquillas con mi nariz en el cuello, el sol se reflejaba en mi rostro, y me contemple diferente a como siempre me podía ver en el espejo… era como si mi cuerpo no lo supiera y mis ojos en el cuerpo de quien sabe de quien, fue mágico y ya casi cuando mi cuerpo se propuso dormir, una voz de hombre muy bajita se oyó… ahhh así es como me veo -  dijo...

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