martes, 11 de noviembre de 2014

En la plaza

No quería aceptar tu proposición, pero casi inmediatamente quedamos en vernos en ese lugar tan abierto y discreto. Era perfecto, nadie nos buscaría ahí, nadie se asombraría ahí. Pero no lo elegimos por eso, si no porqué a pesar de sus cualidades notables, era nuestro lugar favorito. Yo fui, llegué antes de la hora pactada, las ganas me mantuvieron viva esa semana, estaba tan contenta que marqué el cronómetro, y en el segundo cero explotarían fuegos artificiales y tu rostro en ellos. Comencé a pensar en todo lo que hablaríamos, en lo que te iba a decir. Imaginé demasiado luego de las luces, fueron cuatro horas, nunca te vi. 

Quise llorar, no supe si seguir sentada, mi cuerpo era pesado, me dolió el pecho de tal manera que sentí una presión en la frente. Me quedé esperándote, en el lugar en dónde empezó todo y donde siempre nos reuníamos para hablar de lo que nos hacíamos sentir.


Podría asegurar que fui la mujer más triste en toda la plaza, quise llorar fuerte, quise llorar sin vergüenza, me dolía la garganta de aguantar el llanto, no pude tragar mi saliva, lloré en silencio cuando no pude más, anhelé mirarte y decirte lo mucho que te había extrañado.

¿Por qué tu? ¡¿Por qué a mi?!



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